CAPÍTULO PRIMERO. Parte 2. La llamada.

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Así fue. El vaso de cristal se movía a una velocidad fugaz. Se movía de letra en letra formando palabras, el mensaje que se transcribía rezaba lo siguiente:

SOY AQUELLO QUE BUSCAÍS, YO OS PUEDO DAR EL PODER QUE NO QUEREÍS PERDER. PERO CUIDADO CON LO QUE PEDÍS, DEBEÍS ELEGIR LAS PALABRAS ADECUADAS, SI NO EL CASTIGO QUE OS ESPERA SERÁ TERRIBLE.

Francamente era para ponerse nerviosos. Había resultado demasiado fácil, sólo unas frasecillas y listo. Les habían ofrecido la posibilidad de no perder el gobierno, cuál genio de la lámpara de Aladino, sólo tenía que formularlo y lo conseguirían. Lo inquietante era aquello que se refería a "debeís elegir las palabras adecuadas, si no el castigo será terrible". ¿A qué se referiría con las "palabras adecuadas"? ¿Y qué era eso del "castigo terrible"?

Pero a nuestro filósofo de cuadra, Pepiño, no le preocupaba, al igual que a todos los presentes en la habitación, además ya habían demostrado en cuatro años de nefasto gobierno que lo suyo no era precisamente "pensar". Ellos eran más de la improvisacion y de la idea sorpresa, que de sopesar las cosas, no debemos olvidar cómo llegaron al gobierno en 2004, más sorpresa que la de entonces no se pudieron llevar en su vida, al menos hasta aquella noche de chusca sesión de espiritismo.

Pepiño empezó a pensar, en cómo expresarse, ante las miradas inquietantes de sus compañeros.

_ ¡Vamos! ¿A qué esperas? No es justo que nos tengas en vilo, vamos, ¡suéltalo! _susurró un tipo que calificaba de injusta la situación, como injusta era la misión en el gobierno. Bermejo solían llamarle, ministro de Injusticia le acusaban muchos otros.

_ ¡No me presioneís! Vamos a ver como lo digo... _ cogió aire intentando tragar con él, toda la hombría necesaria, para hablar.

_ Yo, José Blanco, humilde y correto, acudo a vuetra sombra abstrata a mis ojos, pero onipotente y sabia a la vez. Con la iteción de solicitar, mediante un pato de sangre si es preciso, vuetra ayuda. Yo sé que no soy perfeto, que puedo haber sido corruto, y respeto a mi aspeto, no es que consiga el efeto que persigo de mis votantes, pero siempre he demostrado mi retitud en nuestros proyetos. Por eso hoy os necesito, para que nos empujeís a la gloria. Espero no haberos dejado estupefatos y no haber resultado incorreto.

Todo estaba en silencio, ni el más insignificante sonido se podía percibir. Pepe había terminado sus ruegos y todos esperaban una respuesta. Derrepente todo empezó a temblar, los cuadros de las paredes así como los libros de las estanterías comenzaron a caerse de sus respectivos lugares. Todos gritaban, las mujeres y Zapatero gemían y lloraban, y entonces una luz blanca iluminó la habitación, después el edificio y consecuentemente la calle y todo el país quedó sepultado por esa luz blanca espesa. La explosión fue terrible. Todo cambió desde entonces.

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